No cabe duda de que el lenguaje es un vehículo de inequívoca adquisición.
Valgan las palabras de Hernández Pina (1984):
De todos los factores que contribuyen al desarrollo total del niño, el lenguaje es, sin duda, uno de los más importantes. La lengua hablada parece jugar un papel central en el aprendizaje y desarrollo infantil. Gracias al lenguaje, el niño puede transformar sus respuestas activas e inquisitivas hacia el entorno de forma exhaustiva, y puede, además, manipular su ambiente de forma más precisa y económica (pp. 35-36).
Surge, por tanto, la necesidad de adquirirlo de forma correcta para así tener éxito en esta sociedad meritocrática en la que vivimos (López Valero y Jerez Martínez, 2010). Pero ahora bien, ¿cómo adquirir un buen dominio del lenguaje? ¿Qué métodos son los más apropiados?
De todos los factores que contribuyen al desarrollo total del niño, el lenguaje es, sin duda, uno de los más importantes. La lengua hablada parece jugar un papel central en el aprendizaje y desarrollo infantil. Gracias al lenguaje, el niño puede transformar sus respuestas activas e inquisitivas hacia el entorno de forma exhaustiva, y puede, además, manipular su ambiente de forma más precisa y económica (pp. 35-36).
Surge, por tanto, la necesidad de adquirirlo de forma correcta para así tener éxito en esta sociedad meritocrática en la que vivimos (López Valero y Jerez Martínez, 2010). Pero ahora bien, ¿cómo adquirir un buen dominio del lenguaje? ¿Qué métodos son los más apropiados?
Aquí nos centramos en los cuentos.
Son muchos los autores que avalan nuestra postura, tal como es el caso de Salmerón Vílchez (2004), quien asegura que el cuento ha sido considerado a lo largo de la historia como una de las principales herramientas de transmisión de conocimientos, cultura y valores. De hecho, durante las primeras edades, los cuentos contribuyen a la construcción y el conocimiento del mundo, razón por la que hoy día es uno de los recursos más fructíferos en el ámbito educativo (citado en Chamorro González, 2015).
Lluch y Janeth (2007) nos indican la importancia y repercusión de los cuentos en los niños siguiendo la clasificación de Fundalectura, pues en ella, los cuentos son indicados en tres etapas: desde el nacimiento, desde los tres años y desde los nueve años. Los cuentos son idóneos desde el nacimiento del bebé pues, “al nacer los bebés leen a través de sus padres. Canciones, cuentos, juegos corporales, rimas y poesías son los primeros textos con los que ellos se acercan a la lectura” (Lluch y Janeth, 2007, p. 119). Del mismo modo, Fundalectura estima adecuados los cuentos populares y de hadas para los niños de entre tres y seis años, resultando más idóneos los cuentos clásicos para los niños mayores de nueve años.
Lluch y Janeth (2007) nos indican la importancia y repercusión de los cuentos en los niños siguiendo la clasificación de Fundalectura, pues en ella, los cuentos son indicados en tres etapas: desde el nacimiento, desde los tres años y desde los nueve años. Los cuentos son idóneos desde el nacimiento del bebé pues, “al nacer los bebés leen a través de sus padres. Canciones, cuentos, juegos corporales, rimas y poesías son los primeros textos con los que ellos se acercan a la lectura” (Lluch y Janeth, 2007, p. 119). Del mismo modo, Fundalectura estima adecuados los cuentos populares y de hadas para los niños de entre tres y seis años, resultando más idóneos los cuentos clásicos para los niños mayores de nueve años.
El marcado protagonismo de los cuentos en diferentes etapas evolutivas se debe al carácter lúdico de los cuentos así como a las emociones y valores que se pueden aprender a través de ellos (Ruíz Córdoba, 2009).
Hemos de considerar que la narración de cuentos abre un espacio que permite al niño, ya desde una edad temprana, la posibilidad de distinguir al instante al malo en el cuento y también al bueno y dar a cada uno su mérito (Correa Díaz, 2009).
La misma autora corrobora la opinión de Nussbaum (2001) al proponer una definición de cuento como un vehículo idóneo para estimular el desarrollo de los valores y la enseñanza de la lengua materna dado que el cuento permite al educando la posibilidad de interpretar sus emociones, pensamientos, experiencias, así como ahondar en el conocimiento hacia sus semejantes al tiempo que le permite enriquecer su vocabulario y vigorizar su poder de expresión.
La misma autora corrobora la opinión de Nussbaum (2001) al proponer una definición de cuento como un vehículo idóneo para estimular el desarrollo de los valores y la enseñanza de la lengua materna dado que el cuento permite al educando la posibilidad de interpretar sus emociones, pensamientos, experiencias, así como ahondar en el conocimiento hacia sus semejantes al tiempo que le permite enriquecer su vocabulario y vigorizar su poder de expresión.
Franco y Alonso (2011) reconocen el valor educativo de los cuentos al afirmar que las experiencias que favorecen la creatividad suelen apoyarse en técnicas que abarcan tanto los procesos cognitivos como los afectivos.
Así, los autores consideran el cuento infantil como un instrumento idóneo para favorecer la capacidad creativa, puesto que comprende ambas dimensiones.
Es tal la importancia educativa del cuento, que varios autores animan a su incorporación en el contexto educacional ya desde los primeros niveles. No obstante, tal y como señala Correa Díaz (2009), esto sólo será posible cuando se cumplan una serie de objetivos, tales como ampliar el horizonte social, intelectual, afectivo y lingüístico del niño; perseguir la formación de un niño socializado, participativo, abierto e interesado en nuevos contactos y a la vez capacitado para establecer asociaciones nuevas y formular críticas; y estimular el desarrollo de un niño libre creativo en su pensamiento, expresión, palabra y acción.
Rodríguez Polo (1999) considera que los cuentos “han apasionado y siguen apasionando a la infancia” (p. 214). Carrasco Lluch (2008) reafirma lo anterior al destacar que los cuentos atraen a los niños por la manera de adaptarse a ellos y a cada momento vital.
Es tal la importancia educativa del cuento, que varios autores animan a su incorporación en el contexto educacional ya desde los primeros niveles. No obstante, tal y como señala Correa Díaz (2009), esto sólo será posible cuando se cumplan una serie de objetivos, tales como ampliar el horizonte social, intelectual, afectivo y lingüístico del niño; perseguir la formación de un niño socializado, participativo, abierto e interesado en nuevos contactos y a la vez capacitado para establecer asociaciones nuevas y formular críticas; y estimular el desarrollo de un niño libre creativo en su pensamiento, expresión, palabra y acción.
Rodríguez Polo (1999) considera que los cuentos “han apasionado y siguen apasionando a la infancia” (p. 214). Carrasco Lluch (2008) reafirma lo anterior al destacar que los cuentos atraen a los niños por la manera de adaptarse a ellos y a cada momento vital.
Referencias
- López Valero, A. y Jerez Martínez, I. (2010). Lectura, escritura y democracia de la cultura: experiencias con la creación literaria. Álabe. Revista de la Red de Universidades Lectoras, 2, 1-16.
- Hernández Pina, F. (1984). Actitudes lingüísticas parentales y desarrollo del lenguaje infantil. Infancia y Aprendizaje, 25, 35-60.
- Rodríguez Polo, J. (1999). Didáctica de la narración escrita: enseñanza del discurso narrativo en Educación Primaria. (Tesis de doctorado, Universidad de Granada).
- Correa Díaz, M. (2009). El cuento, la lectura y la convivencia como valor fundamental en la educación inicial. Educere, 44(13), 89-98.
- Carrasco Lluch, P. (2008). Estudio del valor terapéutico de la literatura infantil en niños hospitalizados. (Tesis de doctorado, Universidad de Murcia).
- Ruíz Córdoba, M. C. (2009). La educación en valores en la ESO/Docencia. Innovación y Experiencias Educativas, 16, 1-9.